Por Sopenilla
A ningún lector habitual de FNF sorprenderá que su libro de estilo comporte reconsiderar lugares comunes. La cabecera que da nombre a esta bitácora es un buen ejemplo. Varias semanas atrás lo fueron unas declaraciones de Xabi Alonso y Cristiano Ronaldo. En aquella ocasión, sus palabras vinieron a contradecir esa tesis, generalmente admitida, de que el futbolista es un ser mononeuronal que vive por y para el deporte rey. Lo que entonces fue una presunción de inocencia basada en un testimonio, ahora han venido a confirmarlo unos hechos. La cultura se ha hecho un hueco en el vestuario blanco.
Algunos pensarán que el ejercicio intelectual está prohibido para un jugador de fútbol. Al menos, mientras esté en activo y, sobre todo, si ha llegado a la elite. El caso es que la relación de Esteban Granero con el primer equipo no sigue ni unas ni otras pautas. Hasta la fecha, su trayectoria en el conjunto de Chamartín ha sido un periplo incompleto. Tras ingresar con 8 años en las categorías inferiores, el paso por el equipo B del sur de la capital y el abono periódico a la suplencia en el enésimo ‘Floren Team’, le han privado de ser algo más que otro producto en stock de la factoría de Valdebebas.
Lo curioso es que, lejos de acomodarse en el banquillo, el ‘pirata’ ha hecho camino arrastrándose por otros terrenos de juego menos transitados por un galáctico. No hablamos de recorrer Camboya a lomos de una motocicleta. Tampoco de ocupar la mente con las asignaturas de la carrera de Psicología. Sus inquietudes culturales se centran, ahora mismo, en el taller de escritura creativa al que está matriculado desde el pasado mes de octubre.
Entre Mourinho y Murakami
Aunque cueste imaginarlo, Granero figura entre los asiduos huéspedes del Hotel Kafka; a la sazón, la escuela de letras que le obliga a cambiar el empeine por la pluma cada martes y jueves, de 19:30 a 22:30. Es difícil saber cómo llevarán Elvira Lindo o Rafael Reig eso de adiestrar a un trabajador manual –rodeado a diario de balones, auriculares y PSPs’– en el noble oficio de escritor. Pero a juzgar por la versión facilitada por Juan Palomo en el suplemento cultural de El Mundo, parece que el ‘pirata’ no navega por aguas procelosas cuando se trata de hablar de libros y lecturas.
Quizá por ello, el departamento de comunicación del Real Madrid, centrado en filtrar una imagen interesada de sus jugadores, prefiera ignorar este tipo de detalles. Da la impresión de que una conversación literaria puede ser una vía de escape en forma de titulares tan nociva como una entrevista al uso. De ahí que, cuando un servidor solicitó explorar ese otro lado del canterano, la respuesta que obtuvo de la entidad blanca fue la indiferencia. Ya se sabe, es el juego del gato y el ratón o, para ser menos suspicaces, del palo y la zanahoria: una rueda de prensa de Mou por cada petición denegada.
Así que, llegados a este punto, sólo nos queda aventurar de qué iría la primera novela de Granero. Confeso admirador de Haruki Murakami, del que ha leído toda su obra, no resulta complicado imaginar que su opera prima estaría plagada de guiños y referencias a ese particular universo –mitad real, mitad onírico– que asoma de manera recurrente en las páginas del autor japonés. Un mundo que el ‘pirata’ ha podido surcar, físicamente, en sus frecuentes viajes por los rincones más apartados del continente asiático.
Con todo, hasta que llegue el momento en que asistamos al estreno de un futbolista escritor, que no de un escritor de relatos futboleros, no estaría mal poder leer los trabajos que Granero vaya elaborando para el citado taller. A lo mejor nos sorprende con una trama basada en la superación y el esfuerzo, ideales que tanto le atraen de la cultura oriental, quien sabe si porque los echa de menos entre sus compañeros. Lo que es seguro es que no se sentirá tentado de utilizar a un periodista para convertir su biografía en un best seller navideño.
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lunes, 20 de diciembre de 2010
El pirata de las letras
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