miércoles, 30 de junio de 2010

Morir por Casillas, morir por cojones

Por Halftown
Vaya por delante que considero a Iker el mejor portero español de siempre. Y lo digo porque jamás vi a Ramallets, ni a Zamora, ni siquiera a Iríbar, y a Arconada semejante candidatura se le escapó entre las manos en la final de la Euro 84. En cualquier caso, Iker es patrimonio nacional, como la sardana, Interviú o el bocata de lomo con pimientos. Como en un Show de Truman futbolero, le hemos visto nacer, crecer y nos le podemos imaginar reproduciéndose a no mucho tardar. Nos cuesta poco visualizarnos tomando una caña con él sobre una barra de latón. Hasta le hicieron una calle a su madre después del partido contra Italia, hace poco más de dos años.

Lamentablemente para todos, el Iker de hoy –el Iker de toda la temporada- no es el que conocíamos. Será por la Carbonero. Será por la barba. Será por llevar diez años jugando todo lo jugable. Será por lo que sea, pero este Iker Casillas no da buen rollo. Es más: transmite miedo. Quizá porque el propio Iker es el primero que parece tener miedo.

Contra Suiza hizo una salida a la remanguillé con los pies por delante en pleno área; contra Chile resolvió sin autoridad el trabajo que tuvo, y contra Portugal dejó para el recuerdo unas manos de mantequilla y recepcionó un tiro de CR9 como lo habría hecho Rafa Pascual. Iker Casillas es un arconadazo a punto de caramelo.

Los símbolos no levantan trofeos

Como dijo Vladimir Ilich: ¿qué hacer? Reina ha demostrado ser un portero fiable pero no brillante. Poner al debutante Valdés, de lejos el mejor bajo palos en todo el año, es un marrón.
El problema con Casillas es el mismo que tuvo Rijkaard con Ronaldinho o que acaba de tener Lippi con Cannavaro: no es el jugador al que se sienta en el banco, es al símbolo. El problema es que los símbolos pocas veces levantan trofeos.

Del Bosque ya sentó a Iker en su época del Madrid, cuando –rumor has it- Iker cambió las copas de metal por las de vidrio. Iker jamás volvió a decepcionar.
De eso hace ya seis años. Esta vez, probablemente, Del Bosque le deje ahí, con el brazalete bajo palos, esperando a que vuelva el San Iker de siempre.

Es jodido ver a los ídolos por los suelos, pero dejar ahora en el banquillo a Casillas no quiere decir que no pueda volver a jugar jamás. Al fin y al cabo, todavía tiene 29 años.
Iker Casillas tendrá que jugar cuando demuestre que es mejor que los otros porteros españoles. Cuando vuelva a marcar la diferencia.
Cuando demuestre que sigue siendo el número uno.