lunes, 31 de mayo de 2010

Savino: 'El regate es mejor que el gol'

Por Sole Leyva
A Roberto Saviano, el periodista Italiano que le quitó la careta a la Mafia, andan buscándole desde 2006 las parazas para darle matarile a la mínima que se descuide. Duerme en hoteles de una noche, en cuartuchos de comisarías, con olor a pies y de fondo, la narración de algún partido del Calcio.

Apenas dura unas semanas en eso que usted y yo conocemos por nuestra casa, por nuestro hogar. En cuanto algún vecino se entera de que el Salman Rushdie italiano protege sus huesos en su inmueble, debe cambiar de domicilio. En Milán. En Palermo. En Perugia. Su hogar itinerante debe ser tan secreto como el mejunje que nos engancha a la coca-cola.

A Saviano, que se lamenta ahora de todos los cumpleaños que desdeñó en presencia de su familia, en su tierra natal, Nápoles, no le da miedo la muerte. “He tenido y tengo muchos miedos, pero el miedo a morir no lo he tenido nunca. El peor de mis miedos es que consigan difamarme, destruir mi credibilidad, ensuciar aquello por lo que me he arriesgado y pagado un alto precio”.

Para ahuyentar esos miedos, para reforzar su fe en una palabra que sepa desvelar la realidad, Saviano ha publicado ‘La belleza y el infierno’, donde habla de su relación con Rushdie, denuncia el asesinato de la periodista rusa Anna Politkovskaya y vuelve a reiterar su pasión por Messi –ya escribió una columna en Clarín sobre él-.

Cuenta el autor de Gomorra cómo se apiadaron de él los Mossos d’Esquadra en el Camp Nou, cuando acudió a ver al astro argentino al que muchas veces ha comparado con Maradona. Siguiendo el protocolo, querían que viera el partido en una urna blindada. En una cárcel transparente. Ajena a los olores y al ruido ese particular que se genera en un estadio de fútbol. Finalmente lo vio como un aficionado más. No explica nada sobre la sensación, pero seguro que entre el gentío, amparado en el bufandeo del público, uniendo su voz a otras voces, pudo sentirse un poco libre.


Saviano ensalza la trayectoria de ese “jugador con cara de niño que no dice nada de los sufrimientos que padeció durante años, de las inyecciones diarias de hormonas que le permitieron crecer y convertirse en el mejor jugador de nuestros días”. El escritor perseguido desea en un momento de su relato que sus páginas “se pareciesen a una de esas carreras de Lionel Messi hacia la portería contraria, veloz, velocísimo, con el balón pegado al pie”.


Y a continuación plantea su teoría de fútbol, una teoría que cuestiona cuál es casi siempre vista como la esencia verdadera del fútbol:

“Da igual si luego consigue clavarlo en la red o se lo pasa a un compañero desmarcado. Lo importante no es el gol; sino regatear, fintar, no perder el balón”.

Y entonces a uno le da por pensar en el gol de Maradona a Inglaterra, el de Ronaldo al Compostela o el del propio Messi al Getafe. Y uno los busca rápidamente en Youtube. Ve a Ronaldo como un gamo sorteando piernas y agarrones. Observa a Maradona deslizándose por el verde como Paquito Fernández Ochoa. Se deleita con Messi gambeteando tan ágil como una liebre.




Y se da cuenta que cuando a uno se le ponen los pelos de gallina no es en el gol, ese fin último tan preciado, sino en el regate, en la finta, en la explosión de la carrera, en ese Ronaldo obligado a retroceder el cuero para seguir luego su camino con más fuerza si cabe, en la peonza casi invisible que hace el Pelusa en el primer regate para irse de dos ingleses, en la increíble finta de Leo al regatear al portero, cuando ese metro cuadrado se ha convertido en el Paseo de las Ramblas, en una milla inmensa donde poder hacer lo que quiera.

Y entonces a uno le da por pensar que Saviano quizá tenga razón, quizá lo “importante no sea el gol; sino regatear, fintar, no perder el balón”.

domingo, 30 de mayo de 2010

Esas camisetas malditas

Por Halftown
El otro día, cuando Inter y Bayern saltaron al césped del
Bernabéu para que Diego Milito se convirtiera en un mito neroazzurro, mucha gente se quedó sorprendida al ver aparecer a los de Van Gaal con una camiseta a rayas rojiblancas, totalmente distinta a la roja con babero blanco que habían llevado a lo largo de la temporada (y con la que habían ganado liga y copa).

Adidas, que lleva vistiendo al Bayern desde que Rummenigge era alevín, se inspiró en las equipaciones del Bayern ye-ye, y hasta incorporó en el cuello del nuevo diseño la frase “Legenden und Loyalität“ (leyendas
y lealtad), que viene siendo otra de esas paridas grandilocuentes como el famoso escudo del Bernabéu que ha lucido este año el Madrid (y que ha desaparecido en la nueva camiseta).

La marca de las tres rayas decidió que sería una buena idea adelantar el estreno de la camiseta 2010-2011 a tan señalado partido. El problema es que, después del partido, pocos aficionados del Bayern querrán comprarse una camiseta que huele a derrota.


La nueva camiseta del Bayern es inesperada, pero no ha llegado a causar ta
nto revuelo como la que causó la de 1995. Entonces el Bayern -con un Beckenbauer que ya había pasado de káiser a führer-, trajo a Jurgen Klinsmann, que venía a formar dupla de veteranos con el francés Papin. Para la ocasión, Adidas se descolgó con una equipación azulgrana, más propia del Crystal Palace que del Barça, que es recordada por la afición muniquesa como una de las más infames de la larga historia del club. A pesar de la pésima fotogenia de aquella camiseta, al final la cosa no les salió mal: se llevaron la UEFA del 96 y la Bundesliga del 97 (sí, Adidas mantuvo semejante espanto durante dos temporadas consecutivas, olé sus kartoffeln). Y es que cuando en un equipo juntas a Matthaus, Scholl, Kahn, Sforza, Papin y Klinsmann, juegan bien hasta con el traje tradicional bávaro.

Sir Alex contra la camiseta del Ojo Mágico


Aunque sin duda, en el peliagudo tema de las camisetas, la palma se la lleva, una vez más, Sir Alex Ferguson. Corría abril de 1996, y el United había conseguido no sólo recortar los diez puntos de diferencia que le sacaba el Newcastle de Alan Shearer apenas unos meses antes, sino ponerse seis puntos por encima de las Urracas. Los de Ferguson, que tenían un partido
relativamente fácil en Southampton contra Le Tissier y compañía, salieron a jugar con la segunda equipación diseñada por Umbro aquella temporada, un diseño gris con una greca extraña. Mirado de cerca, parece uno de esas imágenes 3D en las que se supone que al cabo de un rato tienes que ver aparecer un velero.

Al descanso, el United iba 3-0 abajo, algo insólito para un equipo en el que estaban las mejores versiones de Keane, Giggs, Beckham y Cantona. Fue entonces cuando Sir Alex tuvo una epifanía: el problema era de las camisetas, que camuflaban a sus jugadores con la grada, y así no había quien diera un pase a derechas.

Ni corto ni perezoso, el escocés ordenó a sus chicos que se pusieran la tercera camiseta, azul y blanca, y saliesen a remontar el partido.
Al final, los de Fergie perdieron 3-1.
El propio Lee Sharpe reconoció años después que, aunque la camiseta no ayudaba, la realidad es que no jugaron una mierda en aquellos primero 45 minutos en The Dell.

La camiseta gris, con la que el ManU ganó un partido, empató otro y perdió cuatro, fue retirada dos años antes de lo previsto y jamás volvió a ser utilizada. Sin ella, el United encadenó tres victorias seguidas para llevarse la Premier y una más para quitarle al Liverpool la FA Cup y conseguir el segundo doblete en tres años. El tercer gol del Southampton aquel 13 de abril, de Le Tissier, sería el último que encajaría Schmeichel aquella temporada.


Unos meses después, a principios de la 96-97, el United volvió a Southampton, esta vez de azul y blanco desde el minuto uno de partido. La cosa acabó como el rosario de la aurora: 6-3, set y partido a favor de los locales, vaselina para la Historia made in Le God incluida.




La camiseta gris jamás fue exculpada.

lunes, 24 de mayo de 2010

Nike reniega del jogo bonito



Por Halftown

Ha sido la última de las grandes marcas en desvelar su campaña para el Mundial de Sudáfrica. La espera ha merecido la pena, porque Wieden+Kennedy Amsterdam, la agencia que lleva la marca, ha creado la mejor campaña de Nike que se recuerda desde aquel comercial dirigido por John Woo en el que la selección brasileña de los Ronaldo, Denilson y Roberto Carlos jugaba al fútbol en un aeropuerto.

Desde unos años antes, con aquel spot en el que Cantona, Figo, Brolin y alguno más se enfrentaban a un equipo demoniaco, Nike primero y Adidas después han recurrido a los jugadores que patrocinan para hacer sus promos futboleras.
El problema de utilizar "celebrities" en publicidad es que, a veces, la cara conocida se come la idea creativa. Y así te salen campañas como, sin ir más lejos, la que ha preparado Pepsi para Sudáfrica, una colección de jugadores corriendo frente a la cámara como pollos sin cabeza, sin mensaje comercial, sin personalidad de marca, sin idea creativa. Sin alma.

De un tiempo a esta parte, la Copa del Mundo de fútbol se ha convertido en el capítulo principal en el duelo al sol que se traen Adida
s y Nike. En 2006, la marca americana se puso del lado del fútbol samba brasileiro y su “jogo bonito”, mientras Adidas patrocinaba una vez más a los monolíticos alemanes.
En 2010, monopolizado el “jogo bonito” por la España de Adidas, y con una Brasil que promete aburrir tanto o más que en el 94, Nike se ha visto obligada a dar un golpe de timón. Tanto ha cambiado el panorama, que incluso una victoria de Inglaterra –Capello tampoco entiende de juego bonito- sería un minipunto para Nike, propietaria de Umbro desde hace un tiempo.

El inesperado factor Muntari


Hay que reconocer que los chicos de W+K han parido esta vez una idea creativa brillante: ¿qué pasaría si, durante e
l Mundial, cuando la suerte de un país depende de sus estrellas, éstas cometen un error? El spot nos muestra cómo el futuro de los Drogba, Cannavaro, Rooney o Ribéry podría cambiar en cualquier jugada. Que le pregunten a los Beckham, Baggio o al mismísimo Zidane cómo un segundo de deriva mundialista puede empañar toda una carrera.

“Escribe el futuro” es una idea creativa es tan sólida y un guión tan potente –el fragmento de Wayne Rooney viviendo en una caravana es sencillamente maravilloso-, que ni siquiera la elección como director de Alejandro González Iñárritu, que tiene toda la pinta de haber sido de los que se pasaban los recreos hablando con las chicas, ha podido sabotearlo.

Además, al estilo de lo que está haciendo Marvel en el cine, cruzando personajes de diferentes
franquicias, a lo largo de los tres minutos de spot aparecen embajadores de la marca en otros deportes, como Roger Federer o Kobe Bryant. Incluso sale Ronaldinho, que a falta de canarinha, lucirá el swoosh por las discotecas de medio mundo este verano. Lástima no haber invitado también a Tiger; seguro que se podían haber hecho unas buenas risas con él.

Junto al spot, Nike ha presentado una nueva colección de botas, entre las que destacan las Nike’s Mercurial Vapor SuperFly II –alguien debería poner en la calle al encargado de bautizar los nuevos productos-, ese modelo morado y naranja que lleva luciendo unas semanas Cristiano Ronaldo. El talón naranja-Samur fue al parecer elegido porque, según Peter Cech, con ese color Drogba parece correr más rápido.


El spot debutó en TV durante la final de la Champions, mientras, sobre el campo, las Mercurial Vapor SuperFly II de Wesley Sneijder daban a Milito la asistencia del primer gol.
Todo estaba saliendo a pedir de boca, hasta que Mourinho metió mediado el segundo tiempo al camionero Muntari, que salió a corretear por el césped del Bernabéu con las Mercurial en los pies.
La antítesis personificada del “jogo bonito”, el tipo de jugador que jamás protagonizará un spot, el jugador ghanés de Inter perdió tres balones y sólo recuperó uno en el cuarto de hora que calzó la última creación de Nike. Lo que se llama pisotear -literalmente- la imagen de marca.


Y es que en ocasiones, como aprendió por las malas Nike el sábado, el futuro no depende de uno mismo

miércoles, 12 de mayo de 2010

Fernando Alonso fuma Marlboro

Por Halftown
La cosa ha explotado en la última semana, pero podía haberlo hecho mucho antes. Resulta que el siempre suspicaz The Times se pregunta si el código de barras que lleva Ferrari adornando sus coches de Fórmula Uno no será acaso una publicidad de Marlboro encubierta. Y es entonces y sólo entonces cuando la opinión pública se lleva las manos a la cabeza, los médicos cuestionan la ética de la escudería, y los expertos en comunicación se ponen de acuerdo en que las barras rojas, blancas y negras son sin duda alguna un caso manifiesto de publicidad subliminal.
La denuncia de The Times suena a berrinche de la Pérfida Albión ante el lamentable papel de los ingleses al volante de un F1. Y es que no es nada nuevo el tema de la publicidad de tabaco en el deporte del motor. Antes vinieron el Subaru Impreza de McRae patrocinado por 555, los logos de Camel y Fortuna en las motos de Yamaha y Honda, o casos históricos como el del Lotus de Senna adornado por John Player Special o el Mild Seven que pilotaba en su juventud Michael Schumacher. La propia Marlboro lleva casi cuarenta años en el circo del motor, desde los tiempos en que el BRM de Helmut Marko parecía una cajetilla sobre ruedas.

El debate sobre si es publicidad o no es sencillamente ridículo, no sólo porque en 2005 Ferrari y Philip Morris firmaron un acuerdo de patrocinio de cinco años a cambio de 1.000 millones de dólares, sino porque además, hasta que en 2008 Marlboro desapareció de la carrocería, el código de barras sólo había aparecido en los países en los que la publicidad de tabaco no estaba permitida, mientras que en países como China o Bahrein el logo de Marlboro seguía ocupando su lugar.
En los últimos años, además, el código de barras ha ido mutando, hasta que por lo visto la versión de este año, según los expertos, ha resultado ser demasiado similar a una cajetilla de Marlboro (¿?).

Lo más divertido de todo es que, una vez The Times levantó la liebre, Ferrari y Philip Morris tuvieron el cuajo de sacar un comunicado en el que negaban la mayor: el código de barras, con los mismos colores de Marlboro, colocado en el mismo lugar donde iba el logo de Marlboro, no es publicidad, sino una decoración del coche. Es decir, que en lugar de revender a otra marca un espacio que vale millones (por ejemplo, a otra rojiblanca como Coca-Cola), los italianos deciden que mola más adornar su monoplaza con unas barritas. Por si acaso, en el GP de España, en lugar del código de barras apareció una superficie roja con el borde blanco.

¿Y los demás vicios?

Y es que resulta tentador promocionarse en el deporte más popular en Europa después del fútbol: un reciente estudio de TNS proclama a la F1 segundo deporte preferido de ingleses, alemanes e italianos. En España es tercera, sólo un punto por detrás de los JJ. OO.
Aunque, si yo fuera Philip Morris, haría lo imposible porque la FIA organizase una carrera en Rusia, el país del mundo donde fuma más gente. Quizá eso contribuya a que tengan una esperanza de vida ligeramente superior a la de Ayrton Senna.

Lo que llama la atención es la hipocresía, la persecución organizada a la industria del tabaco. Es lógico que en Europa, donde –además de cogérnosla con papel de fumar- la Sanidad la pagamos entre todos, no interese tener los hospitales llenos de enfisemas y cánceres de pulmón. Pero ¿qué pasa con los otros vicios?
En el juego, por ejemplo, sucede que Bwin, la casa de apuestas online que patrocina a Real Madrid y Milan, no puede lucirse en los partidos que se disputan en algunos países, como por ejemplo Francia. En cambio, cuando uno se compra una camiseta de cualquiera de los dos equipos en la tienda que tiene Adidas en los Champs Elysées, el logo de la casa de apuestas austriaca ahí sigue.
Si nos pusiéramos serios con el alcohol, ¿qué sería de la Carling Cup? ¿Por qué nadie denuncia la “Star Experience” que se anuncia en la Champions? En 2008, la cervecera holandesa Heineken anunció la renovación de su patrocinio con la UEFA hasta finales de la 2011-2012. Sin embargo, allí donde había antes vallas de Heineken a ras de césped, ahora hay una imagen verde con una estrella roja que por lo visto ya no anuncia alcohol. ¿O sí? ¿No es la “Star Experience” una metáfora de acabar viendo las estrellas a base de cervezas?

Tal y como está el patio, Philip Morris debería pasar a la acción y estampar por ejemplo “Cowboy experience” sobre la carrocería de los Ferrari. O mejor aún, plantar su subliminal código de barras sobre el pecho de Bayern de Munich en la final de la Champions. Total, si Ribéry se va de putas y en la celebración de la Bundesliga se bañaron en cerveza, ya me dirán a quién le iba a importar que Van Gaal se echase un pitillo mientras toma notas en la banda...