martes, 26 de junio de 2012

Futbol playa: ¿amor de verano?


Por snedecor
En realidad no hace tanto, pero parece que queda ya muy lejos. No acabábamos de entender muy bien el porqué de los tres tiempos, pero todo lo demás nos apasionaba: las acrobacias, los botes traicioneros, las faltas directas sin barrera… y las cheerleaders en bikini y el ambientillo pachanguero de las gradas, para qué negarlo. Ver a las viejas glorias regalándonos sus últimos destellos de clase en aquel entorno desenfadado tenía su puntillo; nuestro lado oscuro reconocerá que también disfrutaba viéndoles echar el bofe mientras luchaban agónicamente para desplazar sus piernas (y sus barrigas) por las traicioneras arenas de Alicante o Montecarlo. Normal que al lado de aquello el fútbol indoor nos resulte insípido.

Kilómetros y kilómetros de costa y una enfermiza pasión por el balompié: teníamos todo para ser una potencia del fútbol playa, y lo fuimos durante un tiempo. En aquellos maravillosos años en España se celebraba un circuito patrocinado por DYC, una serie de citas por las principales playas del país abiertas a todas las pandillas que quisieran participar y que la Selección usaba para descubrir nuevos talentos. De ahí salieron, entre otros, los gallegos Roberto Valeiro, Nico Alvarado y Ramiro Amarelle: anónimos futbolistas de septiembre a junio pero a los que la playa y el verano transformaban en un portero de nivel mundial, un cierre capaz de marcar diferencias tanto en defensa como en ataque y uno de los mejores jugadores de la corta historia de este deporte.

Tres nombres que se quedaron grabados en nuestra mente a fuerza de ver por la tele infinidad de partidos de Ligas Europeas, Campeonatos de Europa y Mundiales oficiosos, aunque nos costara entender a qué competición correspondía cada uno. Con ellos y unos Salinas, Míchel o Quique Setién dispuestos a comerse la arena (algunos más literalmente que otros), desde el 97 para acá la España de Joaquín Alonso consiguió ganar tres Ligas Europeas y dos Eurocopas, ser cuatro veces subcampeona mundial y llegar a otras cinco finales continentales. Tiempos felices que poco a poco han ido quedando atrás y que ahora recordamos con la serena melancolía con la que evocamos los amoríos estivales: fue bonito, pero ahora estamos a otra cosa.

Mi primera teoría sobre el paulatino arrinconamiento y olvido al que hemos sometido al fútbol playa dice que el invento empezó a fallar cuando Suiza comenzó a ganarnos más veces de las tolerables. Siguiendo un lógico proceso mental pensábamos que un país sin mar no podía jugar bien a eso, pero un puñado de chavales helvéticos que ni siquiera tenían a un Turkyilmaz o un Chapuisat para dar colorido a su equipo nos fastidió un par de campeonatos. Hasta entonces sólo nos ganaban Brasil (siempre) y Francia y Portugal (de vez en cuando), pero no nos importaba demasiado: al fin y al cabo los brasileños eran los dioses de la playa y con nuestros rivales europeos jugaban los hermanos Cantona y ese tal Madjer que rivalizaba con Amarelle por ser el mejor del mundo, así que hasta en esas derrotas había siempre algo con lo que entretenerse, ya fuera una chilena imposible o un calentón de King Eric.

Pero los suizos eran sólo eso, suizos. Más concretamente, unos suizos desconocidos y aburridos que nos ganaban. Y tras los suizos llegaron los rusos y los ucranianos, y la cosa dejó de tener gracia. El fútbol playa se había expandido y profesionalizado de golpe: los afamados exfutbolistas ya no marcaban diferencias y eran un lastre para los equipos, pero sin ellos el interés de público y televisiones se vino abajo. Y ni siquiera el bueno de Amarelle pudo levantarlo. Porque para el público español el fútbol playa siempre ha sido puro entretenimiento, espectáculo y diversión. Nunca lo vimos como algo serio y, seguramente por eso, cuando se volvió serio dejamos de verlo.

El gordo, el crack, el niño y el guiri quemado

La otra teoría, más prosaica, viene a decir que si dejamos de ver fútbol playa fue porque con esa profesionalización los organizadores se subieron a la parra con el precio de los derechos televisivos. Vaya usted a saber. Pero que ya casi no salgan por la tele no quiere decir que las arenas hayan sepultado las porterías. Hoy, amén de los torneos organizados por ayuntamientos y asociaciones locales, y mientras la RFEF decide si monta una liga como en Italia o se conforma con su campeonato territorial por comunidades, el circuito nacional sigue existiendo, aunque alejado de los focos y cámaras de televisión y casi hasta de los patrocinadores. Beach Soccer Worldwide, la empresa que impulsó el deporte en todo el mundo (y que aún sigue encargándose del negocio, ahora de la mano de la FIFA) todavía tiene su cuartel general en Barcelona, y hasta el Barça tiene sección y participa en el Mundialito de Clubes. Pero sólo Eurosport nos recuerda de cuando en cuando que en España sigue habiendo gente que se dedica medianamente en serio a esto. El último título de la Selección llegó en 2009 (que levante la mano el que recuerde haberse enterado entonces), y al Mundial de 2011 ni nos clasificamos. Ya nada es lo que era.

Bueno, nada no. Hay algo que no cambiará. Aunque la ley de costas y la puta crisis dificulten la organización de grandes eventos, ahora que ha llegado el veranito todos sabemos que cuando vaya cayendo la tarde, cuando el sol apriete menos y la arena deje de arder, en cualquier playa medianamente concurrida del país habrá una pachanguita esperándonos. Con su gordo, su crack, su niño y hasta su guiri quemado, como siempre ha sido y siempre será. Porque seguimos teniéndolo todo para ser una potencia mundial en esto del fútbol playa: sólo hace falta que nos lo tomemos en serio. Aunque nos cueste, a nosotros y a las teles.

domingo, 27 de mayo de 2012

Season Finale I

Por Sopenilla
1. La Liga comenzó con un piquete informativo y acabó con gestos más propios de liberados sindicales que de trabajadores. Por el camino, las radios se quedaron fuera de los estadios y los aficionados, de nuevo, a expensas de los horarios televisivos. En vez de poner nombre a una competición que se cree fuerza motriz del planeta, el BBVA (y su filial aseguradora) haría bien en patrocinar algo menos dañino a terceros o a contingencias tales como que Javier Tebas compagine su puesto en la LFP con la consultoría de equipos en ley concursal.

2. Aparte de aliviar la conciencia, sería un paso para sanear lo único que parece rescatable de nuestra querida España. Aunque esto último requiera convertir el mantra de la profesionalización en un análisis DAFO y no en una discusión asamblearia a través de foros y redes sociales. Tras comprobar la amnistía fiscal de la que gozan los clubes y la impunidad con que alardean Agapito Iglesias o Francisco Pernía, salta a la vista que el nicho laboral más demandado y peor cubierto dentro de nuestras fronteras es el de gestor deportivo.

3. En tales circunstancias, figuras como la de Braulio Vázquez sobresalen por encima de cualquier otro foco mediático. Con Andrés Guardado y Jonatan Viera firmados a expensas de Jordi Alba, la labor del gallego ha vuelto a revalorizarse tras las sucesivas ventas de Villa, Silva y Mata. Veremos si la marcha de Emery ensombrece a medio plazo su papel o lo hace brillar con luz propia. Lo que está claro es que, a su lado, Roig Nogueroles debe aprender que ser “hijo de” no convalida como garantía de éxito. Esperemos que el naufragio del submarino que botó su padre le ayude a dilucidar cuáles son sus habilidades directivas. Por lo pronto, es de suponer que no volverá a utilizar el dinero de Cazorla en vano.

4. También es previsible que ningún incauto contratará a Lotina. No cabe decir lo mismo de Clemente, siempre disponible para un descosido. Mientras tanto, Michel dejará de sonar porque Monchi piensa que se ha ganado repetir. Como Montanier. Así que Preciado, Marcelino o el mismo Valverde, capaz de triunfar en Grecia, lo tienen difícil para ocupar una silla. Aun a costa de que Bielsa siga eclipsando a todos, incluidas las clarisas de Gernika, uno prefiere destacar a JIM y, sobre todo, a José Luis Mendilíbar, sexto y séptimo con Levante y Osasuna. O cuarto y quinto, según se mire.

5. El sargento chusquero de Zaldibar es el mismo que pulió en Ipurua a David Silva, el primer español en ganar una Premier. Al City sólo le ha costado 1000 millones de euros hacerse con el título, casi los mismos que puso Abramovich para llevarse una Champions. Quizá cuando la UEFA imponga el tope presupuestario se erija una alternativa creíble en Francia y Alemania. Hasta entonces, dejemos pajearse a los parabólicos con las andanzas europeas de Wenger y Klopp.

martes, 8 de mayo de 2012

Galacticidio


Por snedecor
La noche del 20 de noviembre de 2011 todo era felicidad. La larga travesía por el desierto había llegado a su fin: los pronósticos se habían cumplido y con aquella victoria regresaban al lugar que, en su opinión, jamás deberían haber abandonado. Dada la claridad del triunfo, todos pensábamos que era el comienzo de una nueva era, pero no han pasado ni seis meses y las dudas asoman a cada esquina. Sí, ganaron en noviembre, pero la sensación en la calle es que hoy sería difícil que repitieran victoria. Cada una de las decisiones tomadas desde entonces ha contribuido a empeorar un poco más el panorama y, por si fuera poco, están en ese punto en el que si pusieran un circo les crecerían los enanos.

Podríamos estar hablando del PP, pero no, estamos hablando de Los Angeles Galaxy, que levantaban su tercera copa de campeón de la Major League Soccer (la última databa de 2005) mientras en Génova apuraban la fiesta por la victoria en las generales. El de los Galaxy, que habían dominado claramente la fase regular y tampoco tuvieron rival en los Play-Offs, era otro triunfo aplastante, sin duda el del mejor equipo de una competición en la que no siempre gana el mejor. Más que un título, era la confirmación de que el modelo estelar funcionaba: Los Angeles Galaxy habían iniciado en 2007 una nueva era en la MLS con la contratación de David Beckham, un camino galáctico reforzado por la presencia de Landon Donovan y rubricado finalmente con el aterrizaje de Robbie Keane.

Después de esa victoria, conseguir contra todo pronóstico la renovación de un Beckham que (4 años después) había rendido por fin a gran nivel fue visto como la confirmación absoluta de un proyecto llamado a liderar el soccer estadounidense durante varios años. El objetivo inmediato parecía evidente: ganar la Champions League de la CONCACAF para convertirse en el primer equipo del país en acudir a un Mundial de Clubes. Los Galaxy estaban ya clasificados para cuartos de final y en marzo deberían enfrentarse a un rival asequible, Toronto FC; la prensa especializada (también la mexicana) creía que este tenía que ser su año. Erraron.

Durante el parón invernal Bruce Arena decidió traspasar a su portero titular, el internacional jamaicano Donovan Ricketts, confiando en que su suplente Josh Saunders podía ocuparse del trabajo: de hecho en 2011 Saunders ya había jugado muchos partidos por las lesiones de Ricketts sin que el equipo se resintiera y, si seguía en buena forma, cualquier portero que no cobrara mucho podía valer para quedarse en el banquillo. De esta forma Arena, que ya había conseguido montar un equipo muy sólido y competitivo en todas sus líneas (algo muy difícil de alcanzar con las peculiares restricciones salariales de la MLS), liberaba espacio en el tope salarial de la franquicia para seguir fichando.

A pesar de que el brillo de Beckham, Donovan y Keane solía eclipsar todo lo demás, la clave del triunfo de los Galaxy en 2011 había estado en su defensa, que sólo encajó 30 goles en 38 partidos. Una defensa en la que el joven central Omar González era pieza clave. Alto y espigado, con buena salida de balón, lideraba la zaga y sus prestaciones empezaban a llamar la atención al otro lado del Atlántico. Siguiendo el procedimiento habitual, en enero los Galaxy cerraron su cesión al Nuremberg para que se probara en una gran liga con la idea de repescarlo en junio, a tiempo para el tramo decisivo de la MLS. Pero en su primer entrenamiento en Alemania, Omar González se rompió los ligamentos.

La solución, ¿un delantero?

Mala suerte, pero tampoco algo (en principio) desastroso. Dado que su recuperación no se esperaba hasta finales de verano, las normas de la MLS permitieron a los Galaxy liberar la mitad de su salario, con lo que sumándole el ahorro producido por el traspaso de Ricketts y por la marcha de dos veteranos reservas como Frankie Hejduk y Gregg Berhalter (también defensas), la franquicia angelina tenía disponible una buena suma de dinero para pagar a sus refuerzos. Refuerzos como, por ejemplo, un central de garantías que supliera la baja de González. Pero poseídos por el más puro estilo galáctico original, los Galaxy decidieron gastarlo todo (o casi todo) en otro delantero, y la cosa les ha salido como le salió a Florentino: rematadamente mal.

Repatriaron a Edson Buddle, que había brillado en los Galaxy de 2007 a 2010 y ahora andaba perdido en la Bundesliga 2, y confiaron en que la defensa podría arreglárselas tal y como estaba. La pretemporada fue un aviso: el juego del equipo no era malo pero sin González la zaga había perdido toda su consistencia y en el banquillo sólo había unos Pavones sin nivel ni experiencia para cubrir el expediente. Empezó lo serio, llegaron los cuartos de final de la ConcaChampions y se produjo la tragedia: contra todo pronóstico, Toronto (uno de los peores equipos de la MLS y que participa en la Champions representando a Canadá) se disfrazó de Mónaco y eliminó a los Galaxy a fuerza de castigar una maltrecha defensa que desde entonces no ha levantado cabeza.

En la primera semana de competición los Galaxy se quedaban sin su principal objetivo para esta temporada, y desde entonces la cosa no ha mejorado. De los 9 partidos de liga disputados ya han perdido 5 (los mismos que en todo 2011), incluyendo todos sus duelos contra equipos aspirantes al título; peor aún es que de los 6 encuentros que han jugado como locales han perdido 3 (y empatado otro en el descuento), cuando el año pasado se mantuvieron invictos en casa. Ahora mismo Los Angeles Galaxy van séptimos (de 10) en la ultracompetitiva Conferencia Oeste, un puesto que les dejaría fuera de los play-offs. Buddle no termina de readaptarse al equipo y, por si no hubiera ya suficientes problemas, el portero Josh Saunders será baja por un periodo indeterminado: acaba de apuntarse al programa que la MLS tiene para ayudar a jugadores con problemas de drogas.
La liga es larga y los play-offs dan opciones a todo el que se clasifique, pero viendo su nivel actual y el del resto de equipos punteros pocos apuestan por ver a los Galaxy en la lucha por el título. Por delante, un verano en el que además perderán varias semanas a su máximo goleador hasta el momento, Robbie Keane, por la Eurocopa, y probablemente después a Beckham (su cerebro y mejor asistente) por los Juegos Olímpicos. No se descarta que llegue algún refuerzo a mitad de temporada: por si el contagio galáctico es más grave de lo que temíamos, desde FNF les recordamos a los dirigentes de Los Angeles Galaxy que Thomas Gravesen ya está retirado.

martes, 13 de diciembre de 2011

Padovano: ocho temporadas al talego

Por Halftown
Los delanteros son animales distintos al resto de los futbolistas. Jugadores que basan en el egoísmo su supervivencia, su futuro se juega a rachas, en función de la cantidad de veces que hacen conectar el balón con la red de la portería.

Como en el mundo animal, el género del delantero se divide en especies. Una de esas especies es el oportunista de fondo de armario. Michele Padovano pertenece a ese grupo de cazagoles. Habiendo pasado por media Italia futbolera sin grandes números en su haber, uno se pregunta qué vio en él Marcello Lippi cuando le fichó para su Juventus en 1995, con 28 años recién cumplidos. Padovano, pese a lo que su apellido sugiere, había nacido en Turín, por lo que para él el fichaje suponía volver a casa por la puerta grande.

Aquella versión de la Vecchia Signora era un equipo rocoso, donde por cada Del Piero habia varios torricellis y por cada Jugovic, varios pessottos. Padovano, con el dorsal 21 a la espalda, calentaba banquillo a la espera de que Gianluca Vialli o Fabrizio Ravanelli estuvieran indisponibles.

Al acabar la temporada, con la Copa de Europa bajo el brazo, Lippi mandó a sus dos delanteros titulares a jugar en Inglaterra. Padovano, que debía frotarse las manos al fantasear con ser el dueño del número 9, vio como la Juve incorporaba al croata Alen Boksic y a un chaval con cuerpo de guardaespaldas que respondía al nombre de Christian Vieri. Padovano, eso sí, hizo valer su veteranía para quedarse con el 11 que hasta entonces había llevado Ravanelli. La Juve volvió a ganar la liga, masacró al PSG en la Supercopa de Europa y se llevó la Intercontinental ante River Plate. Se quedó a las puertas de un histórico doblete, al perder la final de la Champions con el Dortmund de Ottmar Hitfeld.

Si Vialli y Ravanelli no habían sobrevivido un año antes, Padovano tampoco resistió una nueva noche de los cuchillos largos del allenatore Lippi. Ahí debería haber acabado la carrera del delantero, pero en lugar de eso se arrastró por la Premier (un gol en doce partidos con el Crystal Palace) y la Ligue 1 (cuatro goles en nueve partidos en dos temporadas en Metz) hasta acabar con una ultima temporada en el Como, con el que ascendió a la Serie B.

Del banquillo de Delle Alpi al de los acusados

Ayer, Michele Padovano conoció otro banquillo: el de los acusados. El delantero, hoy de 45 años, ha sido condenado a ocho años y ocho meses de cárcel por tráfico de drogas internacional. Tuvo suerte: su mejor amigo de la infancia, Luca Mosole, fue condenado a quince.

La cosa explotó en 2006, poco antes de que Italia saliera campeona del mundo bajo las órdenes del propio Marcello Lippi. Padovano y Mosole fueron detenidos cuando la policía se incautó de 23 kilos de hachís que salían de España rumbo a Italia escondidos en camiones de naranjas. Según la acusación, Padovano prestó a su amigo 100.000 euros para financiar el trapicheo. Según Padovano, él sólo le estaba haciendo un favor a su amigo. Claro que cuando ese favor consiste en financiar hachís por valor de 14 millones de euros, que se multiplican por cinco al ser vendidos, cuesta creer que el ex jugador no quisiera llevarse algo a cambio.

En Italia, como en nuestro país, a perro flaco todo son pulgas: tras conocer la sentencia, el padre de Mark Iuliano, antiguo defensor de la Juve y ex compañero de Padovano, usó Facebook para acusar al delantero de pasar droga a los jugadores de la Vecchia Signora. El propio Iuliano junior, cuando jugaba en 2008 con el Ravenna, dio positivo por cocaina. Otro ex juventino como Jonathan Bachini, que no coincidió con Padovano en el club, fue suspendido de por vida al dar positivo por cocaína dos veces, en 2004 y 2005. Según Alfredo Iuliano, el propio Vialli también cayó en las drogas por culpa de Padovano.

La cosa va mas allá: en 1989, un centrocampista del Cosenza llamado Donato Bergamini se suicidaba tirandose bajo un camión. La hipótesis del suicidio fue siempre rechazada por compañeros, familiares y aficionados, que creen que fue asesinado y después tirado a la carretera. Para Alfredo Iuliano, no se debería descartar la participación en la muerte de Bergamini del que era su mejor amigo en el vestuario de Cosenza: un joven delantero llamado Michele Padovano.

Hoy, Padovano planea la apelación de la sentencia. « Los jueces han exagerado », acertó a decir frente a los micros, al salir del juicio en Turin. Esta temporada la Juve, después de años de sequía, vuelve a liderar el Calcio. Padovano pasará las ocho próximas temporadas vestido de bianconero: los colores de su futuro uniforme carcelario.

martes, 11 de octubre de 2011

El mundo de Wayne

Por snedecor
Hay quien dice que no somos más que la consecuencia de un sin fin de factores circunstanciales que acaban moldeando nuestra personalidad y, en muchas ocasiones, marcando toda nuestra existencia. Especialmente influyente sería entonces el entorno en el que uno nace y crece, el mundo al que te arrojan y desde el que debes construir tu propia vida, porque no es lo mismo nacer en Somalia que en Buckingham Palace, por ejemplo. Sólo unos pocos elegidos son capaces de romper (para bien) esas barreras que delimitan todos los mundos que están en este, gente con un talento especial y la necesaria dosis de suerte para poder vivir de él. Por ejemplo: ¿dónde estaría Wayne Rooney sin sus extraordinarias condiciones para el fútbol?

Reconozco que la pregunta es sensacionalista y tendenciosa. Y profundamente injusta: ni lo sabríamos ni (lo que quizás sea peor) nos importaría una mierda. Pero si naces en plena era Thatcher en Croxteth, un suburbio de Liverpool, en el seno de una familia obrera con todas las virtudes y miserias de una familia obrera de un suburbio de Liverpool como Croxteth en plena era Thatcher, lo más fácil es que acabes siendo uno de esos tipos duros y sin futuro que acostumbramos a ver en los crudos retratos de la sociedad británica que de cuando en cuando nos regalan Stephen Frears o Ken Loach (o hasta el primer Guy Ritchie).

Y aunque tengas ese talento y esa suerte necesarios para triunfar en un mundo distinto, a veces la influencia de esos orígenes es tan grande que acabas haciendo lo mismo que harías allí, sólo que con más dinero e, inevitablemente, con más repercusión. Así que te tomas tus pintas, montas timbas con tus amigotes, dejas deudas que pagas tarde y de mala gana, tienes tus problemillas con tu novia de toda la vida, te vas de putas, te reconcilias... Lo normal con veinticinco años, solo que ahora, en vez de tu barrio, se entera medio planeta. Bueno, quizás en Croxteth hubieras asumido mejor tu alopecia. Pero el caso es que, si tú haces lo que sería lo normal, qué no harán quienes sólo han escapado de esa vida anónima de rebote, y gracias a ti.

10.000 libras, 14 años después

Las apuestas forman parte del paisaje cotidiano de la vieja Inglaterra y, de cuando en cuando se mezclan con el fútbol. Algunas veces, de forma curiosa e inocente: allá por 2006, cuando Steve McLaren hizo debutar con la selección inglesa al portero Chris Kirkland, el padre del guardameta y varios de sus amigos se llevaron 10.000 libras por cabeza gracias a una apuesta sellada por la pandilla en 1992. Se jugaron 100 a 1 en William Hill a que el niño llegaría a ser internacional antes de los 30, y ganaron.

Pero una cosa es convencer a tus colegas de pub de que tu chico es lo suficientemente bueno como para que tiren 100 libras a la basura (porque aunque ser portero de Inglaterra no es un objetivo precisamente inalcanzable, dudo que alguien se lo tomara como una inversión) y otra muy distinta es intentar sacarte un sobresueldo que no necesitas, sólo por la cosa de ser más listo que la casa de apuestas.

Ahí es cuando se te olvida que tu hijo es multimillonario y surge el animal de barrio que llevas dentro. Porque en el último escándalo de los Rooney no se está hablando de una mafia internacional, ni siquiera de una trama de amaño de partidos surgida al albur de la proliferación de las casas de apuestas virtuales (¿qué pasó con ese Las Palmas-Rayo?), sino de una panda de timadores de (relativa) poca monta.

Una tarjeta roja para celebrar

El 14 de diciembre de 2010, la casa de apuestas Blue Square detectó algunas anomalías en torno al Motherwell-Hearts de la Premier escocesa. Entre las muchas opciones de juego relacionadas con aquel partido, la posibilidad de que hubiera algún expulsado (que se pagaba 10 a 1) parecía concitar el interés de demasiados apostantes. Escamados, en Blue Square impidieron que un cliente nuevo apostara más de 200 libras a esa posibilidad, pero según algunos medios llegaron a producirse apuestas de casi 5.000 libras. Y en el minuto 83 de partido el colegiado expulsó con roja directa a Steve Jennings, del Motherwell, por insultarle al protestar una jugada polémica. Las cámaras captaron el enfado del futbolista camino de los vestuarios; los apostantes debían estar celebrándolo por todo lo alto.

Esas cantidades anormalmente altas para una apuesta teóricamente secundaria (y que acabó siendo ganadora) alertaron a las autoridades, que apenas dos días después del partido ya anunciaron el inicio de sus investigaciones. Porque muchas de esas apuestas se habían realizado en el entorno geográfico del que procede el jugador expulsado, y lo demás fue tirar del hilo.

Resulta que Jennings, natural de Kirkby, otro duro suburbio de Merseyside, había coincidido en las categorías inferiores del Everton con la hoy estrella del Manchester United. Sus carreras pronto se separaron: mientras uno debutaba con los Toffees y se convertía en el goleador más joven de la Premier, el otro salía rumbo a los juveniles del Tranmere Rovers. Pero parece que algo de relación sigue existiendo. Según la investigación de The Sun (ejem), Jennings es amigo en Facebook (ejem ejem) de 3 miembros del clan Rooney: los dos hermanos menores del astro y uno de sus primos.

Y, oh funesta casualidad, entre los apostantes en aquel partido del 14 de diciembre de 2010 se encontraban, al parecer, el padre y el tío de Wayne Rooney. La semana pasada, tras diez meses de pesquisas, la policía detuvo a 8 personas en los alrededores de Liverpool, entre ellas Wayne Rooney senior y su hermano Richie, además de al propio Jennings, que fue arrestado en Glasgow y podría enfrentarse a 10 años de cárcel.

¿Coincidencia o acto planeado? ¿Fríos cerebros o simples receptores de un tentador soplo proveniente de un degradado ambiente que los Rooney nunca han abandonado? La Justicia dirá. Entre tanto, Wayne hace lo que probablemente haría en Croxteth si su padre se hubiera metido en un lío: desahogarse con una buena pelea sin motivo aparente. Sólo que en su vida real, tras cocear a un defensa montenegrino, debe cargar con las iras de una prensa y unos aficionados acostumbrados a exigir (que no a cumplir) otros códigos de conducta. Porque para ellos la alfombra de Wembley no es el asfalto de Croxteth, pero para Wayne son dos mundos inseparables. Su propio mundo.

Por cierto, la roja a Rooney en el partido de Montenegro se pagaba 20 a 1. Seguro que alguien (quizás también en Croxteth) hizo negocio.

miércoles, 29 de junio de 2011

Top camisetas con (intra)historia 2012

Por Halftown

Los Spurs y las apps

Para un año que la gente de Puma se curra unas equipaciones del Tottenham que uno puede ponerse con dignidad fuera del estadio, al club se le ocurre llevar el logo de Aurasma. Si la empresa no les suena es normal, puesto que no es tal: Aurasma es una aplicación de iPhone que convierte la prensa escrita en una experiencia de realidad aumentada. La propietaria del invento es la empresa inglesa de software Autonomy, cuyo logo llevaba Gareth Bale en pleno hype a finales de 2010.

Cuesta entender cómo a) una aplicación de iPhone tiene la pasta para aparecer en la camiseta de uno de los clubes top de Inglaterra y b) qué coño pinta anunciándose una app en la camiseta de los Spurs. Lo próximo es que el Madrid cambie Bwin por los Angry Birds.

El Atleti engaña a los chinos

En un principio, el Atleti iba a llevar la misma camiseta que el Barça este año: una fea. Filtrada online hace meses, alguien en el Vicente Calderón tuvo el ojo clínico de echar las cuentas de cuánto pierde el club con las réplicas de palo que se fabrican en China. Así que la semana pasada el Atleti contraatacó anunciando que su modelo 2012 no será el anunciado, sino uno en un punto intermedio entre la fina línea que separa el minimalismo del aburrimiento. Al menos este año ya no hay logo de Kia.

Mientras que en algún lugar de China hay un fabricante comiendo camisetas rojiblancas, la duda ahora es si con la salida del Kun habrá alguien que quiera llevarla. Nos cuesta imaginar qué tipo de aficionado quiere lucir el dorsal de Diego Costa. Quizás uno chino…

Lisboa: to pee or not to pee

Que te patrocine una de las empresas líderes en telefonía, televisión e internet en tu país es una buena noticia. Que la misma empresa patrocine también al otro club de tu ciudad es regulero. Que te planten a ti y a tu máximo rival local un logo en el pecho que dice Meo es una putada. Por mucho que sea la segunda temporada consecutiva que te hacen el lío.

Valencia y Levante: tanto monta…

Aunque nos traicione el subconsciente, en Valencia hay dos clubes. De hecho, el Levante es el más antiguo de los dos, y sin embargo nunca ha pasado de ser el hermano bobo. Después de una temporada milagrosa, sin Luis García ni Caicedo nadie duda que es el favorito número uno para bajar la próxima temporada. Mientras tanto, el hermano supuestamente rico y guapo tiene su nuevo estadio a medio acabar y sólo le queda alquilar el murciélago del escudo a los productores de True Blood.

Afortunadamente para ellos, uno viste de blaugrana y el otro de blanco. Hasta que este año, para hacerlo todo más miserable si cabe, sus camisetas suplentes han acabado siendo la misma.

Vasco de Gama y el buen rollo con los negros

Vayamos por partes: Vasco Da Gama no puso el pie en Brasil en la puta vida. Sin embargo, el club de Rio de Janeiro en el que pescó Lendoiro a Bebeto lleva su nombre por haber sido fundado por inmigrantes portugueses.

Este año la marca que viste al Vasco, Penalty, ha decidido conmemorar la decisión del club, allá por 1924, de no excluir a los jugadores negros de la plantilla. El homenaje incluye la leyenda “Democracia e inclusión” en el cuello de la camiseta y un logo de una mano que parece de una manifa anti-ETA. Una iniciativa loable, que sin duda podría haber esperado ocho años hasta la celebración del centenario de la efeméride.

A todo esto, Vasco Da Gama de camino a la India cañoneó la ciudad de Mozambique. Un verdadero ejemplo de democracia e inclusión…

miércoles, 15 de junio de 2011

El soccer, mi vicio inconfesable

Por snedecor
Hará cosa de dos años, durante una de las entrevistas de trabajo más surrealistas de mi vida, me preguntaron que cuál era mi vicio inconfesable. Así, directamente. Como es natural, y siguiendo al pie de la letra todos esos manuales para causar buena impresión en los procesos de selección, puse cara de póker, sonreí ligeramente y contesté que ninguno. Si acaso, el afán por hacer bien el trabajo que se me encomendara. Toma ya, pensé. Qué bueno soy, joder. Pero el entrevistador, que seguramente también se sabría de memoria esos estúpidos consejos y estaría hasta los mismísimos de ver cómo los usaban los candidatos, negó con la cabeza y apuntó algo en su libreta. La cagamos.

De repente me sentí como el atribulado protagonista del famoso sketch de los Monty Python. Por un momento hasta temí que aquel hombre empezara a tocar una campanilla y a contar hacia atrás a voz en grito, pero mi enemigo se limitó a quitarse las gafas en un gesto que me dio a entender que la entrevista ya estaba terminada y me dijo que no había comprendido bien la pregunta. Todos somos freaks de algo, me dijo. Todos tenemos una pasión inconfesable por algo, un tema extraño sobre el que somos expertos, algo de lo que casi nos avergonzamos ante nuestra familia y amigos, aunque no sea nada sucio o perverso que ocultar. Cuál es tu vicio inconfesable, me insistió.

Le miré a los ojos y evalúe la situación durante un par de segundos. Una entrevista que me estaba saliendo mal, para un trabajo que tampoco me gustaba tanto y con un tío que me estaba cayendo como el culo. Sí hombre. A ti te voy a decir yo cuál es mi vicio. Capeé el temporal como pude y la prueba terminó relativamente pronto. Por suerte, no me cogieron. Pero reconozco que aquel tipo estrafalario tenía razón. Todos tenemos un vicio inconfesable. Hay quien acumula chapas de botellines de cerveza y quien se disfraza de soldado de las tropas imperiales, hay quien se sabe la letra de Heidi en japonés y quien se pasa las horas escribiendo sus mierdas en un blog que nadie leerá, mientras sueña con convertirse en el nuevo Maldini o Marcos López. Yo también hago esto último (lo de escribir, digo, que lo de atracar a la Roma de momento no entra en mis planes). Y aparte, sigo la Major League Soccer.

Desde que la descubrí en todos sus aspectos allá por 2007 (y sí, fue gracias a Beckham), la liga estadounidense me enganchó. Sobre todo por su parte organizativa, tan ordenada y distinta a lo que estamos acostumbrados a ver en Europa. Una organización que es a la vez su punto fuerte y su talón de Aquiles, lo que le permite sobrevivir económicamente al tiempo que lastra sus opciones de crecimiento. Y aunque no es nada de lo que avergonzarse, la verdad es que da cierto apuro confesar cara a cara que mi vicio es estar al día de sus noticias y novedades, conocer a sus jugadores y equipos y hasta echar un vistazo a sus partidos, si los horarios lo permiten. Alguna vez lo he dicho y me he encontrado reacciones de todo tipo, desde la incomprensión más absoluta hasta la jocosa diversión a mi costa, pasando por la peor la de todas, esas caras de “pobrecito, hay que estar muy mal para hacer eso”. Vamos, lo que convierte cualquier vicio en inconfesable.

Así que la MLS es una pasión oculta a la que doy rienda suelta en la red, contando sus peculiaridades y tratando de convencer al universo futbloguístico de que se trata de una liga seria, de cierto nivel y con futuro, justo todo lo contrario de lo que se piensa. El mes pasado aproveché la publicación de los salarios de los futbolistas que militan en ella para desmontar el mito de liga rica plagada de viejos futbolistas muchimillonarios, pero la realidad es tozuda y a veces te obliga a agachar la cabeza y reconocer que, pese a todos tus esfuerzos, hay cosas que no pueden ser. Y hoy toca decir que sí, que tenéis razón, que la MLS es un paraíso para jugadores acabados, que una liga no puede ser seria ni competitiva si uno de los equipos llamados a luchar por el título (al menos a la vista de sus resultados de este año) ficha a un tipo a punto de cumplir 34 tacos y que llevaba casi tres años retirado y rogando por los platós una oportunidad para sentarse en un banquillo.

Conste que no tengo nada en contra del bueno de Veljko Paunovic, que es quien acaba de firmar por Philadelphia Union en busca de una última oportunidad de disfrutar en un campo de fútbol (aspiración lógica tras pasar tantos años en el Atlético y deambular sin demasiado éxito por media España y parte de Europa), pero como seguidor de la MLS la suya es una contratación que me toca el orgullo. No podéis hacerme esto. Así jamás podré confesar cuál es mi vicio en una entrevista de trabajo sin tener que ver una cara de compasión por mi estado psicológico. Al menos, han tenido la decencia de no publicar su sueldo… De momento.



Sigue a Paunovic en Twitter.