miércoles, 23 de septiembre de 2009

El esperpento Mundial

Por Halftown
El pasado día 9, el nuevo estadio de Wembley vivió la primera gran revancha de su corta historia. Jugaban los pross contra Croacia, el equipo que, casi dos años atrás, les había ganado 2-3 para dejarles fuera de la Euro 2008. Poco tenía que ver esa Inglaterra con la que jugó dos años antes: sólo Gerrard, Barry y Lampard repitieron en el once titular. Aunque posiblemente el mayor contraste estaba en el banquillo, con Capello ocupando el sitio del considerado por muchos peor seleccionador inglés de la historia, Steve McLaren, quien de hecho sería despedido horas después de la victoria croata.

La clasificación para Sudáfrica ha supuesto un subidón moral para los ingleses: se prevé que 1.000 millones de libras serán inyectados a la economía del país entre ventas de teles planas, fish & chips y pintas de cerveza. Pubs, supermercados, compañías eléctricas, agencias de viajes, Umbro… England’s living a celebration desde hace quince días.

La audiencia esperada para cada partido de los chicos de Capello es de 17 millones de espectadores. Medios de comunicación y anunciantes –que invirtieron 300 millones de libras durante el Mundial de 2006- se dan palmaditas en la espalda. Lo mismo debe estar haciendo el amigo Fabio, que se ha embolsado un cheque de cinco millones de libras por los servicios prestados. Y, por supuesto, Lord David Triesman, presidente de la Federación Inglesa, cuyo nuevo estadio le obliga a pagar 930 millones de libras -millón arriba, millón abajo- en los próximos quince años.

Aunque los que de verdad parecen necesitar un milagro son los sudafricanos, que atraviesan su primera recesión de los últimos 17 años y a los que, según anunció la semana pasada su ministro de finanzas en el parlamento nacional, les faltan unos 2.300 millones de rand (unos 200 millones de euros) para dejar alicatados los estadios donde se jugará la Copa del Mundo. Normal, cuando problemas de todo tipo, desde huelgas hasta decisiones de última hora, han multiplicado el coste de algunos estadios por cuatro. De hecho, sólo uno de los cinco nuevos estadios construidos, estaba en el proyecto original aprobado por la FIFA. Nadie sabe cómo se van a financiar cuando el fútbol se haya ido, y sólo quede algún que otro evento ocasional para pagar las facturas.

Faltan 9.000 camas

Pero los estadios no son el único problema que tienen los organizadores del sarao sudafricano. El alojamiento –y más ahora que la presencia de los hooligans ingleses está garantizada- les trae de cabeza. A día de hoy, Sudáfrica tiene un déficit de 9.000 camas para los más de medio millón de visitantes que se esperan. Tanto es así, que se está planteando seriamente alojar a los aficionados en otros países de la zona, como Zimbabwe o Isla Mauricio (17 horas de vuelo ida y vuelta). La opción de dormir en tiendas de campaña ha quedado oficialmente descartada por las autoridades, ya que el campeonato tendrá lugar en pleno invierno sudafricano, con temperaturas bajo cero durante la noche.

Los hooligans, por cierto, ya se pueden andar con ojo, ya que el nuevo comisario de policía del país, que responde al nombre de Bheki Cele, ha anunciado que la policía tirará a matar contra los criminales, “si es necesario”. A todo esto Sudáfrica, aunque Blatter no diga ni mu, tiene una de las tasas más altas de criminalidad del mundo, con 50 asesinatos diarios. La pregunta es quién será el primer inglés borracho (y valiente) que tirará una silla a la policía.

Queda, por último, el tema de los locales. Para el España-EE. UU. de la pasada Copa de Confederaciones, los asientos más baratos costaban 17 dólares, una pequeña fortuna para un país en el que el 43% de su población vive con menos de dos dólares al día. Aunque probablemente no les importe verlo por la tele, o incluso no verlo; al fin y al cabo, el fútbol sólo es el tercer deporte en Sudáfrica.

Y, mientras tanto, nuestro Villar patrio prepara candidatura conjunta con Portugal para el Mundial de 2018. Un nuevo sainete patrocinado por la FIFA, próximamente en FNF.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Cien años de perdón para Rooney

Taylor le acaricia la pierna a Da Silva
Por Halftown
Durante el Anderlecht-Standard de la última jornada de la liga belga, el defensa polaco Marcin Wasilewski se lanzó al suelo para despejar un balón dividido, y el belga Witsel le dejó los tacos huecograbados sobre la pierna. Resultado: fractura abierta de tibia y peroné, las imágenes en portada de los principales medios belgas y millones de visitas en YouTube.

Al conocerse la sanción establecida para Witsel, de dos meses y medio sin jugar, se ha reabierto el eterno debate acerca del castigo que merece el infractor. Lo más lógico parece que Witsel pasase tanto tiempo en la nevera como Wasilewski tarde en volver a jugar. Aunque también es cierto que, por esa regla de tres, Figo habría acabado su carrera mucho antes, el día que lesionó al defensa del Zaragoza César Jiménez, allá en enero de 2005.

Y qué decir de los responsables de las lesiones de Luc Nilis, Djibril Cissé, Juninho Paulista o Eduardo da Silva. Todos los años el fútbol nos deja alguna imagen de una lesión escalofriante: una rodilla doblada noventa grados hacia adelante, un tobillo del que cuelga a duras penas una bota negra, el hueso astillado de un peroné que atraviesa una media, e invariablemente, un jugador retorciéndose de dolor sobre el césped.

Piscinazos y piscinazos

Precisamente el delantero del Arsenal Eduardo, que el año pasado se lo pasó en blanco después de que el defensa del Birmingham Taylor le destrozase la pierna izquierda, ha sido el protagonista de una de las historias bizarras de la semana. La UEFA, en su arbitrariedad infinita, le ha sancionado con dos partidos por un piscinazo en el Arsenal-Celtic de la previa, que de hecho el árbitro marcó como penalti y que acabó en gol del mismo delantero croata.

Unos días más tarde, el mismo Arsenal de Eduardo se enfrentaba al United en Old Trafford. Las cosas iban bien para los chicos de Wenger, ganaban 0-1 en el minuto 59, cuando un pase en profundidad en el área de Almunia acaba con Rooney dejándose caer y el árbitro marcando el correspondiente penalty. Parece que se confirma el adagio de que el que roba a un ladrón tiene cien años de perdón, porque no ha habido sanción alguna para Rooney. Y para colmo es reincidente: hace unos años ya había fingido con éxito contra los gunners (ambos piscinazos están disponibles al buscar “rooney arsenal penalty” en YouTube).

Desaparecidos del mapa Tévez y Cristiano, da la sensación de que Wayne se va a pasar el año a lo Juan Palomo. No es el jugador más rápido del equipo, no va especialmente bien por arriba y tampoco tiene un gran regate, y sin embargo ahí sigue, año tras año tirando del carro. Se ha convertido en el jugador franquicia inglés, titular indiscutible en el mediocre equipo nacional, se afeita la cabeza en la penúltima campaña de Nike e incluso lleva cinco años consecutivos en la portada de la versión británica del FIFA. Quizá sea por eso que los árbitros cada día son más condescendientes con él.

Un momento, ¿esta historia no la hemos vivido antes en España?