
El pasado día 9, el nuevo estadio de Wembley vivió la primera gran revancha de su corta historia. Jugaban los pross contra Croacia, el equipo que, casi dos años atrás, les había ganado 2-3 para dejarles fuera de la Euro 2008. Poco tenía que ver esa Inglaterra con la que jugó dos años antes: sólo Gerrard, Barry y Lampard repitieron en el once titular. Aunque posiblemente el mayor contraste estaba en el banquillo, con Capello ocupando el sitio del considerado por muchos peor seleccionador inglés de la historia, Steve McLaren, quien de hecho sería despedido horas después de la victoria croata.
La clasificación para Sudáfrica ha supuesto un subidón moral para los ingleses: se prevé que 1.000 millones de libras serán inyectados a la economía del país entre ventas de teles planas, fish & chips y pintas de cerveza. Pubs, supermercados, compañías eléctricas, agencias de viajes, Umbro… England’s living a celebration desde hace quince días.
La audiencia esperada para cada partido de los chicos de Capello es de 17 millones de espectadores. Medios de comunicación y anunciantes –que invirtieron 300 millones de libras durante el Mundial de 2006- se dan palmaditas en la espalda. Lo mismo debe estar haciendo el amigo Fabio, que se ha embolsado un cheque de cinco millones de libras por los servicios prestados. Y, por supuesto, Lord David Triesman, presidente de la Federación Inglesa, cuyo nuevo estadio le obliga a pagar 930 millones de libras -millón arriba, millón abajo- en los próximos quince años.
Aunque los que de verdad parecen necesitar un milagro son los sudafricanos, que atraviesan su primera recesión de los últimos 17 años y a los que, según anunció la semana pasada su ministro de finanzas en el parlamento nacional, les faltan unos 2.300 millones de rand (unos 200 millones de euros) para dejar alicatados los estadios donde se jugará la Copa del Mundo. Normal, cuando problemas de todo tipo, desde huelgas hasta decisiones de última hora, han multiplicado el coste de algunos estadios por cuatro. De hecho, sólo uno de los cinco nuevos estadios construidos, estaba en el proyecto original aprobado por la FIFA. Nadie sabe cómo se van a financiar cuando el fútbol se haya ido, y sólo quede algún que otro evento ocasional para pagar las facturas.
Faltan 9.000 camas
Pero los estadios no son el único problema que tienen los organizadores del sarao sudafricano. El alojamiento –y más ahora que la presencia de los hooligans ingleses está garantizada- les trae de cabeza. A día de hoy, Sudáfrica tiene un déficit de 9.000 camas para los más de medio millón de visitantes que se esperan. Tanto es así, que se está planteando seriamente alojar a los aficionados en otros países de la zona, como Zimbabwe o Isla Mauricio (17 horas de vuelo ida y vuelta). La opción de dormir en tiendas de campaña ha quedado oficialmente descartada por las autoridades, ya que el campeonato tendrá lugar en pleno invierno sudafricano, con temperaturas bajo cero durante la noche.

Queda, por último, el tema de los locales. Para el España-EE. UU. de la pasada Copa de Confederaciones, los asientos más baratos costaban 17 dólares, una pequeña fortuna para un país en el que el 43% de su población vive con menos de dos dólares al día. Aunque probablemente no les importe verlo por la tele, o incluso no verlo; al fin y al cabo, el fútbol sólo es el tercer deporte en Sudáfrica.
Y, mientras tanto, nuestro Villar patrio prepara candidatura conjunta con Portugal para el Mundial de 2018. Un nuevo sainete patrocinado por la FIFA, próximamente en FNF.