miércoles, 17 de marzo de 2010

The Economist no entiende de deporte


Por Halftown

Hace algunas semanas, The Economist publicaba un artículo cuyo objetivo era básicamente demostrar que la Super Bowl era el evento deportivo más popular del mundo. Clásica miopía yankee.

Según su análisis, el número total de
espectadores es mayor en la gran final de fútbol americano que en el Barça-United de la Champions League de fútbol. En su americanismo, The Economist se olvida de la segmentación geográfica de las audiencias, ya que muy pocos de los estimados 121 millones de telespectadores que vieron el triunfo de los New Orleans Saints, lo hicieron desde fuera de Estados Unidos.
El fútbol, en parte por ser un deporte menos complejo, atrae a millones de fans en Asia y Latinoamérica.


Por supuestro que tampoco habla The Economist de la diferencia de espectadores en 2008, cuando la final de la Eurocopa que se llevó España puso a más de 166 millones de personas delante del televisor en todo el mundo.


Independientemente del duelo en las alturas, la tabla de The Economist nos deja otros apuntes interesantes.
Empecemos por los que no están: ni el béisbol norteamericano, ni Roland Garros.

La ausencia del Open de Francia es significativa, por no decir sospechosa. Primero, porque resulta sorprendente que Wimbledon aparezca con 29 millones de espectadores, y Roland Garros no alcance ni los 13 del último de la lista, el Sri Lanka - Pakistán de cricket. Y segundo, porque en 2008, según la Federación Francesa, 32 millones de personas siguieron la final por TV. Por mucho que la final fuera un paseo militar de Federer ante Soderling, resulta difícil de creer que a nadie se le ocurriese sintonizarla.


La lista de The Economist, además, nos deja algunas sorpresas, como la enorme popularidad de deportes tan insólitos en Europa como el cricket, el béisbol o el badminton, todos ellos masivos en Asia. Mucho ojo al potencial del béisbol fuera de Europa, porque además en los próximos Juegos se convertirá en deporte olímpico.

Pero lo más interesante, desde mi punto de vista, es el tercero en discordia: la Fórmula 1. La edición del Grand Prix de Bahrein de 2009, que abrió el campeonato, fue seguida por 54 millones de telespectadores. Y luego, nada, ninguna otra carrera tuvo semejante seguimiento. Es decir, es como si la gente se agolpara para presenciar la inauguración del Mundial de Sudáfrica, y luego nadie se molestase en ver la final.


Mujeres y viejos


La Fórmula 1 es un deporte principalmente europeo, por mucho que se empeñe la FIA en martillear con el epíteto global. Cierto es que hay dos países, China y Brasil, donde es muy popular, pero eso no lo convierte en un fenómeno mundial.

Echando un vistazo al mercado europeo donde más gente sigue a los coches-anuncio, Italia, descubrimos dos cosas interesantes: la primera, que el 40% de los espectadores son espectadoras. Y en Francia un tercio del total. ¿Cuánta publicidad destinada a ellas se ve por el paddock? Es verdad que la mayoría de las marcas vinculadas a la F1 -ING, Vodafone, AT&T, Fiat, Shell- no son género-exclusivas, pero probablemente por eso, las mujeres no se darán por aludidas al verlas estampadas en el casco de los corredores. Ponga una marca femenina en su monoplaza. O mejor todavía, patrocine a la primera mujer piloto de F1.
Voilà una oportunidad de negocio.

La segunda conclusión, todavía más interesante: en Italia, casi la mitad de la audiencia tiene más de 55 años, un porcentaje mayor del que esta franja de edad representa en el total de la población italiana.
Además, el lucrativo mercado de los espectadores entre 20 y 34 años no parece muy interesado en este deporte. Y es que, por muy rápido que vayan, ver 57 vueltas al mismo circuito durante una hora y pico, está en el polo opuesto de lo que la generación YouTube entiende como entretenimiento. ¿Será la Fórmula 1 un deporte para viejos que se creen jóvenes?.

Mientras tanto, en España, 6 millones de personas vieron la primera carrera del año. Probablemente, muy pocos de ellos lo habrían visto si no corriese un piloto español. Y luego criticamos el chauvinismo de The Economist...

1 comentario:

  1. No conviene dejar que nos ciegen nuestros prejuicios. The Economist no es "yankee", sino británica de la Gran Bretaña. Difícilmante pues puede hacer gala de "miopía yankee".

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