martes, 30 de marzo de 2010

Sevilla: cómo ser un grande sin morir en el intento

Por Halftown
Una de las figuras del fútbol español que más respeto genera es la del director deportivo del Sevilla, Ramón Rodríguez Verdejo, Monchi. Inédita transformación la de un tipo que pasó sin apenas solución de continuidad de eterno suplente de Unzué a mejor director deportivo de la Liga. Y es que tantas horas lijando banquillo dan para mucho.


Cuando Monchi llegó al cargo, hace casi ya diez años, el Sevilla era un equipo de segunda división, obligado a malvender a los pocos jugadores talentosos que tenía para enjuagar la deuda del club. Desde el último ascenso a Primera, en 2001, el club supo crear un proyecto a largo plazo, quizás el primero en el fútbol español desde el Barcelona de Cruyff. En estas últimas diez temporadas, decenas de jugadores y tres entrenadores distintos han circulado por el Pizjuán, y el Sevilla ha seguido creciendo año tras año, tanto en el césped como en la caja: el club aprendió a fichar barato, exprimir el talento, revender caro, y encontrar un sustituto igual o mejor que el futbolista recién salido.

Monchi y su equipo fueron adquiriendo prestigio gracias a un ojo clínico que les permitió encontrar perlas extranjeras como Dani Alves, Baptista o Keita, rescatar jugadores como Palop, Saviola o Maresca, y aprovechar el talento de canteranos como Reyes, Ramos, Navas o Perotti. La cosa iba tan viento en popa, que el propio cazador se convirtió en presa: Lorenzo Sanz primero y Florentino Pérez después intentaron llevarse a Monchi a golpe de talonario.


¿Como
colocar a Kanouté?

Un vistazo más de cerca a la política de fichajes del Sevilla en los últimos cinco años nos deja una impresión muy diferente. Como si la abundancia económica hubiera nublado su ingenio, el Sevilla ha dejado de comprar barato y vender caro. Así, en 2006 se gastó casi 9 millones en Chevantón, ahora cedido en Italia después de años sin demostrar gran cosa, en 2007 pagó 8 por el colombiano Mosquera y otros 12 por Koné, y el siguiente verano le soplaron 7 kilos por el eterno lesionado Acosta y 8,5 por el imposible sustituto de Dani Alves, Konko. Hasta los 15 millones pagados en agosto pasado por Negredo -tan negado de cara a gol que parece dudosa tanto su presencia en Sudáfrica como su recompra por parte del Madrid- han dejado de parecer un chollo.


Además, el pasado verano el Sevilla apenas rascó millón y medio por mandar a Maresca a Olympiakos y algo más de 4 kilos -la mitad de lo que había pagado un año antes- por deshacerse de Mosquera. En un esfuerzo por ser competitivo en la Champions, al club le dio miedo vender a los Kanouté, Luis Fabiano, Navas o Adriano.


Cuando el CSKA tomó al asalto el Pizjuán, no sólo dejó a Jiménez herido de muerte, sino que hizo saltar por los aires
la previsión de ingresos del Sevilla. A final de temporada, el club estará obligado a vender. El problema es que los jugadores que han acabado un ciclo no son fáciles de colocar: Kanouté, con un salario anual de más de 6 millones de euros y sólo 11 goles en la mochila, valdrá la mitad que hace un año. La cotización del otro delantero, Luis Fabiano, será directamente proporcional a su acierto con Brasil en el Mundial. Y desprenderse de los dos jugadores con los que el club podría hacer caja de verdad, Navas y Perotti, sería no sólo doloroso para la afición, sino que supondría un paso atrás en la transformación del Sevilla en equipo grande.

Dicen que Monchi y los suyos ya tienen varios nombres marcados en fluorescente para tapar las posibles vías de agua. De momento el primer rumor que ha salido en la prensa, Govou, suena a inocentada. Aunque tener una plantilla de retales no parece un problema para el probable próximo entrenador sevillista, Gregorio Manzano.

2 comentarios:

  1. No olvidemos el gran trabajo de esa base de datos humana llamada Víctor Orta, un menda que sacó los colores al tontín de Maldini en un concurso en plan: "¿Quién era el lateral izquierdo del Palmeiras en la gira de verano
    del 85?

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  2. Vaya por delante que no conozco de nada al señor Orta, pero ser el campeón mundial del Trivial de fútbol, y tener buen ojo clínico con los fichajes me parecen dos cosas bien distintas.

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