miércoles, 12 de mayo de 2010

Fernando Alonso fuma Marlboro

Por Halftown
La cosa ha explotado en la última semana, pero podía haberlo hecho mucho antes. Resulta que el siempre suspicaz The Times se pregunta si el código de barras que lleva Ferrari adornando sus coches de Fórmula Uno no será acaso una publicidad de Marlboro encubierta. Y es entonces y sólo entonces cuando la opinión pública se lleva las manos a la cabeza, los médicos cuestionan la ética de la escudería, y los expertos en comunicación se ponen de acuerdo en que las barras rojas, blancas y negras son sin duda alguna un caso manifiesto de publicidad subliminal.
La denuncia de The Times suena a berrinche de la Pérfida Albión ante el lamentable papel de los ingleses al volante de un F1. Y es que no es nada nuevo el tema de la publicidad de tabaco en el deporte del motor. Antes vinieron el Subaru Impreza de McRae patrocinado por 555, los logos de Camel y Fortuna en las motos de Yamaha y Honda, o casos históricos como el del Lotus de Senna adornado por John Player Special o el Mild Seven que pilotaba en su juventud Michael Schumacher. La propia Marlboro lleva casi cuarenta años en el circo del motor, desde los tiempos en que el BRM de Helmut Marko parecía una cajetilla sobre ruedas.

El debate sobre si es publicidad o no es sencillamente ridículo, no sólo porque en 2005 Ferrari y Philip Morris firmaron un acuerdo de patrocinio de cinco años a cambio de 1.000 millones de dólares, sino porque además, hasta que en 2008 Marlboro desapareció de la carrocería, el código de barras sólo había aparecido en los países en los que la publicidad de tabaco no estaba permitida, mientras que en países como China o Bahrein el logo de Marlboro seguía ocupando su lugar.
En los últimos años, además, el código de barras ha ido mutando, hasta que por lo visto la versión de este año, según los expertos, ha resultado ser demasiado similar a una cajetilla de Marlboro (¿?).

Lo más divertido de todo es que, una vez The Times levantó la liebre, Ferrari y Philip Morris tuvieron el cuajo de sacar un comunicado en el que negaban la mayor: el código de barras, con los mismos colores de Marlboro, colocado en el mismo lugar donde iba el logo de Marlboro, no es publicidad, sino una decoración del coche. Es decir, que en lugar de revender a otra marca un espacio que vale millones (por ejemplo, a otra rojiblanca como Coca-Cola), los italianos deciden que mola más adornar su monoplaza con unas barritas. Por si acaso, en el GP de España, en lugar del código de barras apareció una superficie roja con el borde blanco.

¿Y los demás vicios?

Y es que resulta tentador promocionarse en el deporte más popular en Europa después del fútbol: un reciente estudio de TNS proclama a la F1 segundo deporte preferido de ingleses, alemanes e italianos. En España es tercera, sólo un punto por detrás de los JJ. OO.
Aunque, si yo fuera Philip Morris, haría lo imposible porque la FIA organizase una carrera en Rusia, el país del mundo donde fuma más gente. Quizá eso contribuya a que tengan una esperanza de vida ligeramente superior a la de Ayrton Senna.

Lo que llama la atención es la hipocresía, la persecución organizada a la industria del tabaco. Es lógico que en Europa, donde –además de cogérnosla con papel de fumar- la Sanidad la pagamos entre todos, no interese tener los hospitales llenos de enfisemas y cánceres de pulmón. Pero ¿qué pasa con los otros vicios?
En el juego, por ejemplo, sucede que Bwin, la casa de apuestas online que patrocina a Real Madrid y Milan, no puede lucirse en los partidos que se disputan en algunos países, como por ejemplo Francia. En cambio, cuando uno se compra una camiseta de cualquiera de los dos equipos en la tienda que tiene Adidas en los Champs Elysées, el logo de la casa de apuestas austriaca ahí sigue.
Si nos pusiéramos serios con el alcohol, ¿qué sería de la Carling Cup? ¿Por qué nadie denuncia la “Star Experience” que se anuncia en la Champions? En 2008, la cervecera holandesa Heineken anunció la renovación de su patrocinio con la UEFA hasta finales de la 2011-2012. Sin embargo, allí donde había antes vallas de Heineken a ras de césped, ahora hay una imagen verde con una estrella roja que por lo visto ya no anuncia alcohol. ¿O sí? ¿No es la “Star Experience” una metáfora de acabar viendo las estrellas a base de cervezas?

Tal y como está el patio, Philip Morris debería pasar a la acción y estampar por ejemplo “Cowboy experience” sobre la carrocería de los Ferrari. O mejor aún, plantar su subliminal código de barras sobre el pecho de Bayern de Munich en la final de la Champions. Total, si Ribéry se va de putas y en la celebración de la Bundesliga se bañaron en cerveza, ya me dirán a quién le iba a importar que Van Gaal se echase un pitillo mientras toma notas en la banda...

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