Hará cosa de dos años, durante una de las entrevistas de trabajo más surrealistas de mi vida, me preguntaron que cuál era mi vicio inconfesable. Así, directamente. Como es natural, y siguiendo al pie de la letra todos esos manuales para causar buena impresión en los procesos de selección, puse cara de póker, sonreí ligeramente y contesté que ninguno. Si acaso, el afán por hacer bien el trabajo que se me encomendara. Toma ya, pensé. Qué bueno soy, joder. Pero el entrevistador, que seguramente también se sabría de memoria esos estúpidos consejos y estaría hasta los mismísimos de ver cómo los usaban los candidatos, negó con la cabeza y apuntó algo en su libreta. La cagamos.
De repente me sentí como el atribulado protagonista del famoso sketch de los Monty Python. Por un momento hasta temí que aquel hombre empezara a tocar una campanilla y a contar hacia atrás a voz en grito, pero mi enemigo se limitó a quitarse las gafas en un gesto que me dio a entender que la entrevista ya estaba terminada y me dijo que no había comprendido bien la pregunta. Todos somos freaks de algo, me dijo. Todos tenemos una pasión inconfesable por algo, un tema extraño sobre el que somos expertos, algo de lo que casi nos avergonzamos ante nuestra familia y amigos, aunque no sea nada sucio o perverso que ocultar. Cuál es tu vicio inconfesable, me insistió.
Le miré a los ojos y evalúe la situación durante un par de segundos. Una entrevista que me estaba saliendo mal, para un trabajo que tampoco me gustaba tanto y con un tío que me estaba cayendo como el culo. Sí hombre. A ti te voy a decir yo cuál es mi vicio. Capeé el temporal como pude y la prueba terminó relativamente pronto. Por suerte, no me cogieron. Pero reconozco que aquel tipo estrafalario tenía razón. Todos tenemos un vicio inconfesable. Hay quien acumula chapas de botellines de cerveza y quien se disfraza de soldado de las tropas imperiales, hay quien se sabe la letra de Heidi en japonés y quien se pasa las horas escribiendo sus mierdas en un blog que nadie leerá, mientras sueña con convertirse en el nuevo Maldini o Marcos López. Yo también hago esto último (lo de escribir, digo, que lo de atracar a la Roma de momento no entra en mis planes). Y aparte, sigo la Major League Soccer.
Desde que la descubrí en todos sus aspectos allá por 2007 (y sí, fue gracias a Beckham), la liga estadounidense me enganchó. Sobre todo por su parte organizativa, tan ordenada y distinta a lo que estamos acostumbrados a ver en Europa. Una organización que es a la vez su punto fuerte y su talón de Aquiles, lo que le permite sobrevivir económicamente al tiempo que lastra sus opciones de crecimiento. Y aunque no es nada de lo que avergonzarse, la verdad es que da cierto apuro confesar cara a cara que mi vicio es estar al día de sus noticias y novedades, conocer a sus jugadores y equipos y hasta echar un vistazo a sus partidos, si los horarios lo permiten. Alguna vez lo he dicho y me he encontrado reacciones de todo tipo, desde la incomprensión más absoluta hasta la jocosa diversión a mi costa, pasando por la peor la de todas, esas caras de “pobrecito, hay que estar muy mal para hacer eso”. Vamos, lo que convierte cualquier vicio en inconfesable.
Conste que no tengo nada en contra del bueno de Veljko Paunovic, que es quien acaba de firmar por Philadelphia Union en busca de una última oportunidad de disfrutar en un campo de fútbol (aspiración lógica tras pasar tantos años en el Atlético y deambular sin demasiado éxito por media España y parte de Europa), pero como seguidor de la MLS la suya es una contratación que me toca el orgullo. No podéis hacerme esto. Así jamás podré confesar cuál es mi vicio en una entrevista de trabajo sin tener que ver una cara de compasión por mi estado psicológico. Al menos, han tenido la decencia de no publicar su sueldo… De momento.
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Desde que escribí el artículo, Paunovic ha jugado tres partidos, todos como titular, y este sábado inauguró su cuenta goleadora. Repito que me alegro por él, pero que un jugador que llevaba dos años y medio retirado marque diferencias en la MLS tras un mes de "pretemporada", pues en fin...
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