¿Quién es Leonardo?
Por Nunn
De qué jugaba Leonardo? No es una pregunta gilipollesca, ni mucho menos. Todos lo recordamos en el Valencia o el Milan, pelazo, elegancia, pero oiga, ni lateral ni mediocampista, ni sí ni no. Fue campeón del mundo y de América, respetado y querido en Milán, un carrerón como jugador. Seguro que casi nadie se acuerda. Eso vale cuando juegas con otros 10. Cuando eres entrenador y pones el pecho tú solo, hay que dar un paso más.
¿De qué entrena Leonardo? No es una pregunta gilipollesca. Sin tener el título de entrenador lo fichó Berlusconi (y de este hombre se pueden decir muchas cosas, pero no que no le guste tratar con profesionales); cómo no lo iba a fichar, con esa elegancia, esa simpatía, ese pelazo. Pero al tiempo nadie sabía cómo era un equipo de Leonardo. Ahí anduvo en el Milan, ni sí ni no, y se acabó yendo a malas con el presidente pero ovacionado por la afición, que no es lo habitual, al menos hasta que fichas por el rival de enfrente.
Y en estas que en Nochebuena lo fichó el Inter. Moratti, muy distinto a Berlusconi, le da todos los jugadores que no quiso traerle a Benítez; no se los vas a fichar, con esa pinta de guapo y ese pelazo. Y el tipo empezó a ganar partidos de medio pelo, muchos, hasta que llegó el importante. Y ahí, ni pelazo, ni elegancia, ni nada de nada. Ahí hay que saber cómo son los equipos de uno. Saber a qué juegas. Ser uno de esos de los que nadie se olvida. Y Benítez ni guapo ni pelazo, pero se sabe cómo juegan sus equipos a tres kilómetros: juegan para ganar partidos importantes.
El que se fue a Japón
Por El Gordo de Minnesota
A Leonardo Araujo siempre le ha gustado el riesgo. A los 25 años, en su plenitud, dejó el fútbol de élite y se fue a jugar a Japón, destino habitual de futbolistas gastados y dispuestos a pervertir su prestigio a cambio de billetes frescos. Sin duda, un claro ejemplo de profesional ambicioso, de futbolista con las ideas claras. El campeonato japonés era su proyecto vital (nótese la ironía). Tras ese lapsus inició un periplo por varios equipos que le llevó a Milán, donde el inefable Berlusconi le acogió como a un hijo. Era su ojito derecho, el niño guapo y talentoso al que mimó con esmero. Tanto que tras su retirada le sitúo en la directiva del equipo milanista. Pero no se quedó ahí. La temporada pasada le dio el carnet de entrenador y le puso en el banquillo del mítico Milan. La carrera perfecta. Un amor imperecedero. ¿Era para estar agradecido, no? Pues se ve que no.
En un acto de perfecta traición, Leonardo atendió genuflexo la llamada de Moratti, dueño del Inter y archirrival del Milan. Los tifosi interistas le acogieron como a uno de los suyos, al igual que la plantilla. Los Materazzi y compañía, sumidos en la molicie tras ganarlo todo, echaban pestes de los métodos de Benítez, que les exigía entrenarse como lo que son, profesionales. Más guapo y simpático, el brasileño pronto se hizo el dueño del vestuario. Los resultados acompañaron al principio, pero el embrujo se ha roto. Esta semana, Leonardo se enfrentó a su pasado: cayó sin honor por 3-0 con el Milan y se despidió del Scudetto. Ahora, el triste Schalke les ha dado un meneo de aúpa en la Champions y prácticamente les deja fuera de la competición. Un fracaso en toda regla. Pero no importa, siempre podrá volver a Japón.
El movimiento Pantène
Por Rocheteau
Hay gente que tiene suerte con su jeta. Inés Sastre, Sara Carbonero, Quique San Francisco (ser feo también tiene su público) y Leonardo de Araujo. El caso es que los presidentes los prefieren guapos. Quién no se imagina a Mancini de futuro entrenador. ¿Que naces con cara de bruto como Pepe Mel? Pues a sudar en la segunda B hasta que escales. ¿Que naces con la corbata bien puesta, las camisas entalladitas y ese flequillo que parece hecho para anunciar el movimiento Pantène? Entonces te dan el Milan, lo hundes, y pierdes 0-4 en un derby con el Inter. No pasa nada. Eres un tipo de bien ver. Y como la ética y la estética son indisociables (Aristóteles), seguro que tus ideas son tan bellas como tu apariencia.
Por eso Moratti te da el Inter. Vamos, ni comparación cómo te quedan las camisas al lado de un tipo de Chamberí como Rafa Benítez. Y esas corbatas anchas y demasiado largas del madrileño... imperdonable en Milán. Por eso sobrevivió Mourinho: esos nudos descolocados, esas camisas negras... tenía un look. Rafa Benítez sólo tenía una ética de trabajo. ¿Se le lesionaban 12 jugadores? culpa suya. ¿No le fichaban a nadie? Culpa suya. Resulta que Leonardo llegó y dijo que faltaban jugadores (qué casualidad, como Rafa). Le ficharon 5. Tres de ellos, titulares. Ganó partidos ante clubs modestos, pero llegó la Juve y palmó. Volvió a acercarse pero llegó el derby y un Milan de capa caída le clavó tres (no se le dan bien los derbys al buen hombre). Llegó el Bayern en casa y palmó. Llegó el Schalke y le zumbaron cinco. Vamos, un tipo que sabe preparar los partidos importantes.
Por cierto, si Alfonso Pérez fue imagen de un champú y alguien lo compró, no quiero ni pensar lo que habrían aumentado las ventas con Leonardo de imagen. Yo lo ficharía mañana. Eso sí, sólo para anunciar el movimiento Pantène... Siempre tendrá sitio para guardar los botes en su vitrina de trofeos como entrenador.
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miércoles, 6 de abril de 2011
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