Por Paco Calvo
Heysel, 1985: 39 muertos. Hillsborough, 1989: 96 cadáveres. La Meca, todos los años: unos cuantos fiambres. Hinchas del Liverpool, hinchas de Mahoma. El post podría terminar aquí, pero sigamos.
Es tan antiguo como el mundo: la carne es débil, la fe no. De esa pasta están hechos todos los credos, incluso los futbolísticos. Y entre ellos, quizás el más sugestivo y sobredimensionado: el del Liverpool. Lo llamaremos metafé. O fútbol-intifada.
Porque sí: el Nunca Caminarás Solo, Shankly y sus frases como lápidas, las tragedias aéreas, Ian Rush y la Biblia en verso. Pero, ¿qué estadio no ha sido un teatro de sueños? ¿A qué club no le hemos jurado que nunca caminará solo? Y sin embargo, el Liverpool: creer lo que no vimos, creer lo que definitivamente no vemos.
Porque, ¿qué vemos? Un equipo como un regimiento. Como una cárcel para el contrario y, ojo, para sí mismo. Un entrenador que es Maquiavelo redivivo. Ardor guerrero -botella medio vacía-. Y sobre todo un torrente de épica -botella medio llena-. Un equipo, un club que desayuna, come y cena épica. Una fe dentro de otra fe, el fútbol. Y si una sola mueve montañas...
Y los panes y los peces, y un romanticismo autogenerado, y un caso único de sublimación colectiva.
¿Se fundan las religiones en la ignorancia y el miedo? Puede. ¿Se han agotado la modernidad y la razón? A veces -y acojona- lo parece.
¿Vuelan los burros? En principio, no. Pero...
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martes, 21 de abril de 2009
El Liverpool: creer lo que no vemos
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