martes, 28 de abril de 2009

There is only one Ronaldo (1)

Por Halftown
Juanele siempre podrá contar a sus nietos que estuvo en un Mundial. He dicho bien, estuvo y no jugó, ya que fue el único jugador de campo al que Javi Clemente no dio minuto alguno durante la copa del mundo de Estados Unidos 94. Mientras tanto, en el banquillo de la selección brasileña, otro joven delantero pasó el torneo como Juanele, en la mejor butaca del estadio: Ronaldo Nazario de Lima, 17 años entonces, observó desde la barrera cómo Romario y Bebeto, dos delanteros más propios de Cartoon Network que de la ESPN, le daban su cuarta copa a la canarinha.

En su Brasil natal, una marca se hace eco del talento de la estrella emergente: la cerveza Brahma. Así, a partir de 1994, Ronaldo, con apenas edad para beber alcohol, se convierte en el embajador de la marca en todo Brasil.

Ese mismo verano, el joven delantero brasileño ponía rumbo a Eindhoven, donde unos años antes había goleado su admirado Romario. En dos fugaces temporadas, Ronaldo consiguió un promedio goleador asombroso: 42 tantos en 45 partidos. Para entonces, las botas del prodigio brasileiro ya lucían el logo de Nike. Es más, la sola presencia de Ronaldo en el equipo fue el detonante del cambio de proveedor de la ropa deportiva del PSV: en 1995, las tres rayas de Adidas dejaron paso al swoosh de la marca que patrocinaba al adolescente goleador brasileño.

La potencia sin control no sirve de nada

El president Nuñez, que tres años atrás había puesto la guinda al dream team al importar a Romario de Eindhoven, volvió a echar la caña en el Philips Stadion para traer a un nuevo delantero estrella al Barça post Cruyff.

Una sola temporada duró Ronaldo en el Camp Nou. Pero qué temporada. El Barcelona no pudo quitarle la liga al rocoso Madrid de Capello, y sin embargo, en la retina de los aficionados quedaron los goles -algunos de ellos asombrosos, como el que hizo en Santiago de Compostela regateando rivales en sesenta metros de carrera– del delantero que ya empezaba a ser conocido como El Fenómeno.

En verano del 98, el megalómano Moratti se lo llevó al Inter a golpe de talonario. Allí, Ronaldo confirmó lo que ya apuntaba en Barcelona: era el jugador más decisivo, el más talentoso, desde Diego Maradona. Ya no era Nike el único patrocinador que se frotaba las manos: Pirelli, cuyo logo aparecía en las camisetas neroazzurri, hizo una recordada campaña en la que el atacante aparecía celebrando un gol con los brazos extendidos, como solía, y la postura era aprovechada para hacer un paralelismo con el celebérrimo Cristo de Rio de Janeiro.

El Mundial de Francia 98 parecía el escaparate ideal para que Ronaldo levantase, esta vez como protagonista, la quinta copa del mundo de Brasil. Poco antes de la cita, Nike presentó las botas R9 exclusivas del delantero, y además lanzó un spot dirigido por John Woo en el que los jugadores de la canarinha, al ritmo de samba, hacían malabares en mitad del aeropuerto de Rio.

Todo marchaba sobre ruedas para los brasileiros hasta que, la noche antes de la gran final, Ronaldo sufrió un ataque epiléptico, parece ser debido a la cantidad de horas que pasó frente a la Playstation para sacudirse la ansiedad previa a la gran cita. En cualquier caso, el 9 de Brasil salió de titular en la final, cuenta la leyenda que por imposición comercial de la propia Nike, en un partido que a la postre coronaría a Zinedine Zidane como rey del fútbol… y estandarte de Adidas (mañana, la segunda parte).

2 comentarios:

  1. Bueno pues a esperar a mañana. Que bueno el spot de Nike!!!

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  2. Grandísimo artículo y grandísimo el único RONALDO del fútbol mundial, no me vengan ni con Ronaldinhos ni con Cristianos: LUIS NAZARIO DE LIMA, RONALDO, sólo hay uno sólo!!

    Soy de los que piensa que si Ronaldo no hubiera dejado el Barcelona hoy estaríamos hablando de uno de los más grandes de la historia, a la altura de Maradona, Pelé, Cruyff y Di Estéfano. Una pena sus lesione...shhhh eso mañana!

    Desconocía que Jhon Woo había dirigido ese anuncio del aeropuerto. Junto al del partido contra los demonios, el mítico de Cantoná y el "orguá", de lo mejorcito de los noventas.

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